Cada mañana el abuelo Tom se encargaba del llevar a Gabriel
al colegio, era la rutina que más le gustaba. A sus 85 años no sabía hacer otra
cosa, aparte de cuidar el huerto escolar, allí cultivaba calabazas, melones,
tomates y todo lo bueno que el campo producía. Un mañana tras dejar a Gabriel
en el colegio se fue al huerto, no le apetecía trabajar, no podía trabajar, un
sudor sórdido se apoderó de su cuerpo, se sentó silencioso sobre una piedra, y
una brisa fría y siniestra convirtió a ese pequeño paraíso terrenal, en el lugar
más lóbrego y tenebroso que Gabriel jamás pudo imaginar. Ahora Gabriel va solo
al colegio.
Autor: Domingo Cuenda
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